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-230- sus tropas acabó con aquellos homicidas, y abrasó su ciudad. Entonces dijo a sus criados: las provi– siones para las bodas están hechas, mas los con– vidados no se dignaron asistir a ellas. Id, pues, a las salidas de los caminos, y a todos cuantos en– contráreis convidad/os a las bodas. Al purrto, los criados salieron a los caminos, reunieron a cuantos hallaron, buenos y malos; de suerte que la sala de las bodas se llenó de gentes, que se pusieron a la mesa. Entrando después el rey a ver los convida– dos, reparó allí un hombre que no iba con vestido de boda, y díjole: Amigo; ¿cómo has entrado tú aquí sin vestido de boda? Pero él enmudeció. En– tonces dijo el rey a sus ministros de justicia: Atado de pies y manos, arrojad/o fuera a las tinieblas, donde no habrá sino llanto y crugir de dientes. Tan cierto es que muchos son los llamados, y pocos los escogidos. Aclaración literal del texto. Es común sentir de los expositores sagrados que la parábola del banquete nupcial del Evangelio de hoy, es distinta de la que .relata San Lucas en el cap. 24, y comentamos en este Homiliario en la pág. 28 vol 11. Trá– tase allí de un hombre rico que invita a sus amigos a una gran cena y que, desairado por ellos, llama a los pobres y vagamundos con tan repetidas instancias que parece ejercer sobre ellos cierta presión para obligarlos a en– trar al convite. Vimos el profundo significado de estas instancias ejecutadas por los Apóstoles y los Misioneros quienes en sus funciones de tales, no deben jamás darse
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