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-226- enfermo al hombro? Ante la imposibilidad de entrar por la puerta, va y se suben por una escalera exterior a la terra– za, levantan el suelo de ella sobre la habitación donde Jesús estaba, y, con unas cuerdas, deslizan la camilla y el enfermo, Jo dejan suavemente en el suelo y se cuelan ellos por el mismos agujero tras el enfermo. Figuráos el pasmo de toda la gente al contemplar la maniobra: ya están delante de Jesuscristo; todavía no han dicho nada. estarían jadeantes y llenos de polvo, y discurriendo algu– na escusa para que el duefío de la casa no les repren– diese por los desperfectos que habían causado en la te– rraza. Los escribas y fariseos andaban por entre los grupos de curiosos, muy solícitos, esperando lo que diría el Divino Maestro: los muy pícaro!! pensarían que iba a pasar algo grande. Ante el silencio expectante de mios y otros, Je– sús, mu} tranquilo, como si acabase de escuchar la confe• sión del paralítico, le absuelve de sus pecados en vista de su mucha fe y confianza. Mucho menos basta a otros para abandonar una empresa comenzada por la con– fianza en Jesucristo. Y como los orgullosos fariseos ya comenzaban a revolver la gente contra Jesús, porque perdonaba los pecados, para confundirlos y avergonzar– los y al mismo tiempo para premiar con la salud del cuerpo la fe del enfermo, dirige el Sefíor una mirada triunfadora a sus enemigos y les dice: ahora veréis si puedo o no puedo perdonar pecados: tan imposible es esto a quien sea un puro hombre, como restituir la vida, a estos miembros rígidos, muertos del paralítico ¡¡ea, hijo mío, levántate, toma esa camilla al hombro y vete en paz a tu casa!!: y los ojos espantados de amigos y enemigos vieron como, de repente, se incorpora el hombre enfermo, lía briosamente su camilla, besa la mamo de Jesús y dice: ya estoy bien, me voy a mi casa; ¿qué pasó entonceü
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