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-224- tenía cerca, que era Dios y que le competía por lo mismo :perdonar pecados, santificar y salvar. Además que da preferencia a la salud del alma: que la del cuerpo, aún siendo un bien, es un bien secundario a veces perjudi– ca! a quien lo busca, y que puede negarlo sin hacernos ,daño, antes bien mucho provecho. ·Aprendamos, otros, que las enfermedades y la muerte son estipendio del pecado primero, y, que, si es propio del buen médico .antes de ponerse a curar al enfermo, hacer el diagnós– tico, indagar la causa de la enfermedad y atacarla, si es posible, en su mismo origen, no había de ser Jesús me– nos prudente, ni había de entretener su Omnipotencia en -destruir los efectos y descuidar la causa, nada más que ,por aliviar momentáneamente al doliente y engañarlo ,quizá dejando su alma muerta, y en esa muerte el ,gérmen de la muerte eterna. Soberana lección para or– denar nuestras peticiones y apelaciones ante el poder de la bondad de Jesús: nos ensefía a bendecirle ante -todo y sobre todo, porque nos perdona y nos salva y mide el beneficio temporal que demandamos con la me– dida de nuestra felicidad eterna. Aprendámos que hay una mirada penetrante sobre nosotros que conoce lo que nos conviene, y que cuando nosotros nos engañamos ella no se engaña; aclamemos a Jesús como los cafarnaítas porque vemos en nuestras días maravillas de su poder.
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