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-222- y santificado. ¿Quién podrá contar los prodigios de este orden espiritual e íntimo que cada día se producen en el tribunal de la penitencia? Fácil es a los profanos y los frívolos observadores de la vida desentenderse de tan magníficas realidades, pero los ministros de Dios, y los hogares regenerados, y las costumbres públicas re– habilitadas, y la selección de la tierra que son los san– tos darán testimonio perenne de este milagro de la gracia. Y por fin'jesús continúa sanando los cuerpos, ofre– ciéndo al mundo la comprobación sensible de su Divi– nidad y de su poder espiritual. Ahí están los hombres resucitados a la vida espiritual y que, de claridad en claridad, de heroísmo en heroísmo, hanse hecho mere– cedores del honor de los altares. Cada Santo canoni– zado representa un proceso minucioso sobre cuatro mi– lagros comprobables sensiblemente por ta ciencia y por testificaciones insospechables. No hay negocio hu– mano que pase por trámites tan estrictos, ni sufra exá– menes tan prolijos. El milagro del orden físico se pro– duce hoy como ayer por los méritos de jesucristo, que se complace en glorificar con et poder de su brazo a sus mejores amigos ya reinantes en su trono. ¿Qué es por tanto, más fácil, dar vida a un cuerpo muerto o resucitar almas muertas?: dar vista a tos ojos materiales ciegos o iluminar ta inteligencia entenebrecida para ta verdad?' Hacer todo esto, o dominar los acontecimientos de ta historia, y anticiparse al porvenir? Hace pues ya muchos centenares de aflos durante los cuales Jesucristo ejecu– ta estas maravillas ante la faz de las generaciones: su. Nombre Sacrosanto es el que se invoca, y su virtud om-
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