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-200- social y de la vida religiosa por aplicación de criterios mundanales a cosas tan serias y graves como el acierto en la elección de oficio, tas responsabilidades del go• biemo, la certeza moral de que Dios nos quiere atlf donde se nos figuta que haremos algo porque podemos brillar; y lo que se sigue es el fracaso y la desgracia propia y ajena, el ridículo y la humillación al tener que abandonar el asiento que no nos pertenecía. Miremos a lo que valemos delante de Dios, al espíritu de sus leyes, al designio que la Providencia nos manifiesta por me– dios legítimos y santos, y no al legatismo que cubra las apariencias y deje al descubierto las niflerías, las nece• dades de tanto fariseo que hasta en el rigor de la inter– pretación servil de ta letra de la ley se busca a sí mismo y estorba los planes de Dios. Los católicos admitimos el orden jerárquico establecido por Jesucristo en su Iglesia, apliquemos su espíritu a nuestra vida entera, seamos humildes y sinceros, y esperemos la hora de Dios, preparándonos para conocer en cada caso su vo– luntad santísima y cumplirla apoyados en la gracia divina.

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