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-198- bre este punto y oiréis peregrinas lucubraciones sobre la igualdad de todos los hombres ante Dios, antes que admitir que ellos sean en el orden espiritual menos que el Papa, los Obispos y los Sacerdotes a quienes juzgan y cuyas ensefíanzas discuten, entrometiéndose a dogma– tizar en lo que jamás estudiaron, poniendo cátedra de teología y de historia para darse el gusto de aparecer vindicadores de la verdad y aun de la religión. Muchos que se llaman católicos y dicen creer en Jesucristo, no pueden acomodarse al orden jerárquico de la Iglesia; no aceptan el hecho divino de la constitución de la Iglesia como sociedad organizada; están dentro de ella, pero rehuyen obedecer las leyes eclesiásticas, guardar el orden establecido: entran en el convite por la puerta del bautismo, pero disputan las primacías, invaden los asientos. He aquí la razón secreta de tantos sacrílegos ridí– culos oficiando de directores de conciencias y preten– diendo corregir a los superiores eclesiásticos, llamados por Dios a regir y gobernar la Iglesia, a la que nadie llega sin ser llamado, ni está adentro santamente sino en el lugar que le corresponde por vocación divina. Argumento moral Los verdaderos discípulos del Evangelio sabemos bien a que atenernos en punto tan trascendental; Jesu– cristo nos ha dicho que en su Reino los primeros serán los últimos, que los que mandan han de considerarse servidores de sus hermanos, y que para hablar en su nombre es preciso recibir misión especial suya, pues
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