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-196- que puede tener alguna preferencia obligada. Podemos sospechar que Jesús, con toda su dulce majestad, es– taría mirando aquella pugna esperando que le sefialara su asiento quien lo había invitado, y los muy puritanos escribas solazándose de relegar al último puesto al jo– ven galileo, iletrado, hijo del carpintero, su opositor y contradictor; era un triunfo digno de ellos. Ved cómo Jesús, sentado ya a la mesa y mientras come de los manjares allá puestos, encamina la conver– sación discretamente a la ridícula actitud de aquella gente, y les da lecciones de prudencia y de sabiduría para cuando sean otra vez convidados. Deben ocupar el puesto más inferior, o esperar a que se lo sefialen, y así podrá suceder que su modestia y delicadeza les acar– ree honor, si el anfitrión los llama y los hace ocupar asiento más distinguido. De lo contrario se exponen a dejar con rubor las alturas y quedar al descubierto por sus necias pretensiones. Argumento Apologético Preciosa recomendación que todos debemos reco– ger como hecha a cada uno de nosotros, tan inclinados a creemos superiores a los demás y ansiosos de ocupar puestos a los que Dios no nos llama. Cuando el alma se empequefiece, olvidada de los principios de sana mo– ral, se vuelve puntillosa y hace de la honra exterior ta religión del honor aunque interiormente no lo tenga. Así degenera el orgullo de los que no cuentan con Dios, en pueril fatuedad; les es preciso ser o parecer los primeros en todas partes y en todas las cosas; de
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