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- 195- Enseguida se presenta otro caso parecido, soloq ue esta vez, como relata el evangelio ·de hoy, fueron los mismos escribas y doctores quienes tendieron el lazo a Jesús. El jefe de la sinagoga convida al Maestro a co– mer en su casa: invita también. a varios magnates y cuando Jesús va a entrar en la casa se encuentra con un hombre hidrópico nevado allá, según todas las seflas, por los legalistas para tentar al Taumaturgo; era sábado! Jesús ve claramente la red que ponen a sus pies, pero entra decididamente entre sus mallas tomando la inicia– tiva; la pregunta tan discreta y comprometedora que les hace, debió dejarlos mudos 't avergonzados. ¿Es licito o nó curar en sábado?.. , el silencio de sus acompaflan– tes no otorga, sino que protesta y niega: y ante aquella actitud hipócrita y cobarde, Jesús soberanamente libra de su terrible mal al enfermo. La omnipotencia de Dios rubrica de nuevo la sencilla respuesta afirmativa que. tenía la pr~gunta de Jesús. Sí, en sábado se puede ha– cer el bien a un desgraciado, y lo hace Dios sin que– brantar la ley. Pero aquellos hombres, enredados en su pueril ca– suística, puritanos, acechadores del Divino Maestro, tienen ancha conciencia para otras muchas cosas. Ved– los entrar enseguida en la sala del festín; olvidan su rigorismo legal y asaltan los primeros puestos de la mesa; son almas mezquinas, desnudas de virtudes, ayunas de principios morales; almas puerilmente ridícu– las, su orgullo, que exige de Dios que se inhiba de su poder y de su bondad ante el descanso sabatino, dege– nera en vanidad cómica añsiosa 9e atrapar los primeros asientos, sin preocuparse de la ·voluntad del anfitrión

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