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-185- Pero el antievangelio, en su necio empefio por re– trotraer las cosas al paganismo y rebajar y ensuciar cuanto Jesucristo purificó y sublimó, se empefia, tiene especial interés en concentrar toda la vida femenina en la sexualidad: en hacer a la mujer egoista por degradan– te voluptuosidad: es la antítesis de Jesús que unió en la Mujer tipo, anunciada en el paraíso como vencedora del mal, la virginidad, y la maternidad, es decir, la ne– gación de la carnalidad con la afirmación del amor más puro al Hjjo más santo; se ha proclamado el derecho al placer: se ha dado nombre de amor al grosero instinto inadaptable a las sublimes responsabilidades de la pro– creación; y et mismo matrimonio, que consagra los títu– los de la maternidad, quiere convertirse en un expedien– te rescindible entre dos seres unidos para el placer y li• bres para et amor; egoistas, individualistas que no mi– ran al hijo, sino a sí mismos. Y aun se dice que esta doc– trina hará la maternidad más consciente, porque dejará en la voluntad de la mujer el momento que le conven– ga para ser inadre. Se espera el sacrificio de un contra– to de egoísmo, y que la pasión diga, en un momento, basta... para comenzarla vida de abnegación por seres que pretenden traer a la vida. Con lo cual no se ha he– cho sino retrogradar a tiempos ominosos del paganismo en los que la prostitución era el estado legal de las mu– jeres y el infanticidio, el aprendizaje del crimen, como briosamente se expresaba Tertuliano. El egoismo brutal anticristiano va acabando con los hogares, porque acaba con los hijos; el placer regula la vida de esos seres in– teresados únicamente por funciones glandulares y es– tériles por cálculo y por mutilaciones aprendidas d~ una
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