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- 184- la simpatía adorable manifestada por Jesús a las ma– dres está basada en la similitud del amor desintere– sado hasta el sacrificio que caracteriza el amor de Dios y el de las madres; si las lágrimas maternales lo con– mueven tan hondamente es porque son expresión de un amor que se inmola sin esperanza de retribución, como el amor divino que nadie puede compensar. La divina Providencia, al crear al hombre, diferen– ció a la mujer del varón por caracteres funcionales fi– siológicos, destinados a albergar en el ser, aparentemen– te más debil, a los nuevos seres humanos y plasmarlos en el seno materno a imagen y semejanza de Dios y de sus progenitores carnales; de este destino surgen en el alma femenina los instintos maternales que la realzan y la llevan hasta el heroísmo. La educación cristiana, ins– pirada en el Evangelio, fomenta y desarrolla esas dispo– siciones funcionales diferenciadas en las nifías, orien– tándolas desde jovencitas a la maternidad por la pure– za, la delicadeza exquisita, el amoroso desprendimien– to, el amor al retiro, la cautela en sus tendencias sexua– les, inconscientemente infiltradas de afecto al nifio, para que no degeneren en pasatiempo amatorio primero y después en coquetería y voluptuosidad; así prepara la Iglesia las futuras madres y las bendice ante las gradas del altar, al entregar a un hombre la esposa que ha ele– gido; así ha regenerado al mundo por medio de las ma– dres cristianas: les ha dicho que su gloria está en formar hijos para Dios y para el mundo, que ellos son su co– rona: y el instinto generoso de las madres les ha dado valor para inmolarse por esos dos ideales y las ha hecho auxiliares valiosísimas de la Redención.
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