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-183- et nombre de María ha sido y es dentro del Cristianis~ mo la evocación de pureza virginal, de efusiones ma– ternales, de honor reverencial, de santidad, de consue– to, de paz, de luz. Ella ha dado señorío a tas mujeres cristianas, y tas ha hecho reinas del hogar desde que el mundo se postra ante la Madre de Dios, Reina del cielo y de la tierra. ¿Podría Jesús desinteresarse del do– lor, de las ternuras maternales? Una madre que ttora es una oración que se eleva al cielo, un toque de gracia al Corazón de Jesús. Argumento Apologético El mundo apóstata del Cristianismo ha pretendido sostener et honor del sexo femenin9 a la altura conven– cional de sus leyes, de espaldas a Jesucristo; entre las muchas profanaciones que se han cometido relativas a ta mujer, la más osada, la más criminal, ta más moder– na también es el desprecio por la maternidad, como si pudiera ponerse otro fundamento a la grandeza de la compafíera del hombre que el que Dios mismo le puso y Jesucristo consagró y enalteció en et Evangelio. El retroceso al paganismo y a la barbarie comenzó desco– nociendo teóricamente los títulos otorgados a las muje– res para nivelarlas en el orden moral y sobrenatural con el varón, y ha concluido proclamando el más agudo in– dividualismo que aisla a la mujer de sus funciones es– pecíficas, como condición de su grandeza y de su feli– cidad. Es la antítesis del Evangelio en este punto capital;
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