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- 181 -- Con eso quedaron todos penetrados de un santo temor y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta ha aparecido entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo, Aclaración literal del texto Era a la caída de la tarde de un día trabajoso; Je– sús, acompañado de sus apóstoles; entraba por las puer– tas de ta pequefla ciudad de Nain en las cercanías de Hebrón, a cuatro horas de Nazaret. Nadie podía presa– giar que el crepúsculo vespertino hubiese de alumbrar con su mortecina luz la resurrección de un muerto; pe– ro el milagro se produjo, como hemos oído relatar en el Evangelio de hoy. ¿Quién lo pidió?.. Ni los parientes del difunto que melancólicos caminaban delante, ni las plañideras mercenarias que seguían el feretro, interesa– ron el Corazón de Jesús; detúvose ante el cortejo fú– nebre, y miró con intensa mirada a una mujer enluta– da que ocultaba sus ardientes lágrimas: era la madre del muerto; extiende Jesús la mano, y, conmovido an– te aquellas lágrimas, le dice: «no llores», y acto segui~ do manda al muerto que se levante: y aquellos oídos ce– rrados a todos los sonidos de la tierra perciben la or– den de Dios: el cadáver se reanima; Jesús entrega el hijo sano y bueno a la madre, que apenas puede creer en tanta dicha, y... sigue su camino entre las aclama– ciones de la muchedumbre que afirma no haberse visto cosa igual en Israel.

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