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- 177- to abandonar al Señor. Las pruebas que Jesús nos ofrece de que Dios se ocupa intensamente de nosotros, y de que, por lo mismo, no hay razón para tantos miedos y so– bresaltos, no pueden ser más obvias y más convincentes. Pensad, mis queridos niños, en los pajarillos del aire, en los nidos que tan cruelmente vosotros buscáis y destruís, en el vestido de las aves y en la elegancia de las flores que nadie cultiva en bosques y prados, y decidme si no está manifiesta la Providencia del Padre celestial que ali• menta con tanta prodigalidad los pajarillos, y ha dado a sus padres instinto para que fabriquen la cuna donde han de nacer, y los ha vestido tan elegantemente, lo mismo que a las flores. Pues si esto hace con esas criaturas in• feriores ¿a vosotros que vais por el camino y arrancáis una flor y luego la tirais y se seca, y cogéis un pajarito y os entretenéis con él y luego se muere, cómo no había de proveer a vuestra vida y a vuestra alma que vale infini– tamente más que todos los pájaros y las flores? También para vosotros proveyó el Señor una cuna donde habéis nacido, y puso junto a ella a vuestra ma– dre, y en esa criatura amable una fuente de leche sa– brosa y un tesoro de paciencia y de ternura para cuidaros, alimentaros y vestiros con el dinero que vuestro padre gana penosamente, y así os sostengan hasta la edad en que vosotros podáis ganar vuestro sustento. ¿Habéis pen– sado alguna vez los prodigios de amor y de providencia que supone la vida de un niño entre el primer año de su vida y los quince años de edad?.. Pues pensadlo, no solamente para agradecérselo al Señor y a quien en su nombre os cuida y regala, sino para aprender a confiar en Dios, y jamás poner el corazón en las riquezas, para no contraer la feísima enfermedad de la avaricia que os apegue al suelo, y os haga pensar única– mente en comer y en gozar, y trabajar para comer y go- 12

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