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-173- males de la tierra y niegan la Providencia de Dios por– que existe el desorden moral, olvidan que son libres, que Dios los hizo así para poder darse al placer de pre· miarlos, para que llegasen a su destino con la palma del que vence, para que siguiesen la senda del bien venciendo las atracciones del mal. Muy cómodo parece en efecto, desentenderse de Dios, culpándole del desor• den, sólo imputable a la malicia de la voluntad humana; por eso hay tantos que pretenden rectificar los desig• nios divinos y confían el orden y el bienestar a la pose– sión plena de la tierra, negando todo orden moral y sobrenatural entre Dios y los hombres. La fatalidad lo gobierna todo, pero ellos sirven a la fatalidad empuján– dola hacia sus negocios y sus comodidades y disputando el mendrugo de pan y la tierra y el oro a quien quiera adelar¡tarse en su posesión: o si nó, proclaman una jus• ticia inmanente que automáticamente establezca el or· den; pero en ese caso, ellos son el resorte de esa justi– cia; tomándola por su mano y declarándose dioses o ár· bitros del bien y del mal, según sus conveni~ncias. Así se disimula el ansia feroz por la posesión de la tierra, la avaricia degradante que prescinde de la Pro– videncia, y se declara su proveedor propio a cada hom· bre y, por el mismo caso, enemigo de Dios y de los de– más hombres. Argumento moral Un cristiano consecuente no puede moverse en ese círculo vicioso, ni puede servir a un tiempo al dinero y a Dios; lo ha dicho Jesucristo, y todos podemos probar la

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