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Decimo cuarto domingo despuds de Pentecostes Confiar en la Divina Providencia es demos– trar sinceridad en nuestra fe y ordenar nuestra vida de manera que haya unidad de tendencias y no división, por buscar con irracional ansiedad las riquezas a las que no se puede servir sin re– negar de Dios. Evangelio según San Mateo (Cap. VI). En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Ninguno puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno, y amor al otro, o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquesas. En ra– són de esto os digo: no os acongojéis por el cuidado de hallar que comer para sustentar vues– tra vida, o de donde sacaréis vestidos para cu– brir vuestro cuerpo. ¿Qué, no vale más la vida o el alma que el alimento, y el cuerpo que el ves– tido? Mirad las aves del cielo cómo no siembran, ni siegan, ni tienen graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. Pues ¿no valéis vosotro$
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