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-167- gado con los malos y, si los oye, es por pura misericordia contra la cual trabaja el abuso obstinado de sus gracias. Es preciso ser humildes para ser agradecidos; el nifio que reconoce sencillamente que todo se lo dan de gracia, no tiene dificultad en besar la mano que lo ayuda, pero el or– gulloso se cree envilecido, y, si le dan un poco, chilla más, exigiendo que le den todo cuanto se le antoja. Mucho cuidado por tanto, mis queridos nifios; sepamos pedir co– mo los pobres leprosos los bienes del cuerpo y del alma, pero sepamos, como el samaritano reconocido, volver al altar donde lloramos, a cantar himnos de alabanza al Se– flor y a la Virgen Santísima que escucharon nuestra sú– plice. Asf seremos dignos de ser oídos otras veces y se nos concederá cuanto necesitemos. El orgullo cierra los tesoros de Dios, pero la humildad y la gratitud los abren.

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