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-166- flojo durante el curso, quiere sacar buena nota; para esto, en los últimos días engulle y engulle libros y páginas, y hace novenas y promesas para que se produzca el mila– gro de saber sin estudiar. Pero... sale bien, o el otro se ve libre de la enfermedad, y la niña ha conseguido lo que pedía, y... ya no se acuerdan de Dios, ni de la Virgen, ni de los Santos. Parece que Dios tuviera que ser respon– sable de lo que se nos antoja malo, pero de lo bueno no, sino que fuera como deuda de justicia el que nos lo dé cuando a gritos se lo pedimos. Esa es la malicia de la in– gratitud; olvidarse de reconocer el favor recibido, en– tregarse a gozar de las ventajas que proporciona y no a– cudir al Señor, sino cuando se está apurado; y entonces como obligándole a que intervenga como se le pide. Pa– ra todo queda tiempo a muchos, menos para ir a dar gra– cias a Dios y bendecir su infinita Misericordia. Vosotros y yo conocemos muchos niños olvidadizos e ingratos; son como esos animalitos de la vieta baja que co– men bellotas al pie de las encinas, y no se les ocurre ni le– vantar los ojos para ver de donde caen; pero si no caen, o se atrasa un poquito el pienso, ya están gruñendo y hozan– do torpemente la tierra de rabia. ¡Cuantos niños se portan igual!! rezongones, quejumbrosos, dispuestos a pelear con todos, a llorar estrepitosamente cuando les falta al– guna cosa: pero si la tienen, creerla como suya y no agra– decer ni a su padre que se fatigó por ganársela, ni a su madre que se la puso en la boca, ni a Dios que puso jun– to a su cuna y cerca de ellos, durante los años en que ellos no pueden valerse, quien atienda todas sus necesi– dades. Dios Nuestro Señor se enoja y mucho, por la con– ducta de los ingratos, y no quiere oírles después cuando van a llorarle, y les priva de sus padres, porque no supie– ron agradecerle el beneficio inmenso de tenerlos a su la– do; todo bien merecido, por cierto, pues Dios no está obli-
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