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-161- de lo efímero de esta vida, pues la Justicia eterna tiene sanciones eternas que no encajan en el estado actual de quien las merece. ¿Cómo podrá" nadie argüir qne e5 amigo de Dios, por los placeres y holgura de que goza en esta miserable vida? Verdad es también que Dios es la suma Bondad de la que abusamos cuando le ofendemos: pero también es la suma Justicia a la que desafiamos; y si nos agrada con• templar el sol ardiente de una mafíana primaveral, sig– no del amor del Padre que tenemos en el Cielo, debe• mos temblar de los rayos y truenos que zumban sobre nuestras cabezas en días tempestuosos y que presa– gian el Poder y la Justicia del Sefior. Es muy cómodo adormecerse fiados de la misericordia, y acallar así los remordimientos de la conciencia, y objetar su silencio a los que nos dicen que cumplamos la condición impuesta por la Misericordia divina confesando el pecado y espe– rando de labios del sacerdote el veredicto de pureza que nos restituya a la sociedad de los santos; pero lo cierto es que sin ese veredicto no queda a quien ha pe– cado más recurso que la irracional confianza en sí mismo que se absuelve y sigue ·viviendo lejos de Dios, o la tortura perenne del que siente que es enemigo de Dios y no sabe si lo tiene aplacado. · Argumento moral Considerémonos cada uno al pecar como seres in– ficionados de lepra; invoquemos lo antes posible el po– der misericordioso de Jesús, pero sometámonos al acto de fe y de obediencia que condiciona nuestra pureza, 11

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