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- 158- gal: pero el décimo, que era samaritano, regresa inme– diatamente hasta encontrar a su bienhechor, y, en vien– dolo, comienza a bendecirlo con grandes voces que de si mismas proclamaban que estaba libre de la lepra, pues antes su voz se hacia oir con dificultad. Jesús la– menta la ingratitud de los nueve leprosos curados, y el noble deseo del único agradecido que da gloria a Dios con lo cual condenaba una vez más el legalismo de aquel pueblo que to mantenía en la corteza de ta religión pro– fesada y atento solo a las ventajas materiales que de sus ritualismos podía seguírsete como raza privilegiada. Argumento apologético Todos los SS. Padres han visto en la curación de los leprosos el simbolismo de la acción reparadora y san– tificadora reservada a la misericordia y al poder divino de Jesucristo N. Sefíor, así como en la lepra han con– siderado siempre la imagen del pecado que inficiona el alma y mancha al cuerpo y nos hace indignos de la com– paflía de los limpios y de los hijos de Dios. Es de notar que, entre los enfermos de tan diversas dolencias que se ofrecieron al poder taumatúrgico de jesús, solamente los leprosos recibían orden de presentarse a los sacerdotes; no se trataba de una enfermedad ordinaria, sino de una plaga infecciosa que atacaba todo el ser físico de los desgraciados, y los hacía elementos peligrosos para la sociedad y no podían entrar de nuevo en ella sin mos– trar el testimonio de sanidad reservado al oficio sacer– dotal. Asi es el pecado que mancha las almas; Jesucris-

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