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Décimo tercer domingo después de Pentecostés El pecado es lepra del alma que Dios solo puede limpiar imponiendo al pecador las condi– ciones exigidas por el amor infinito y la infinita justicia. Evangelio según San Lucas. (Cap. XVII). En aquel tiempo caminaba Jesús hacia Jerusa– lén, atravesando las provincias de Samaria y de Galilea; y estando para entrar en una población, le salieron diez leprosos, los cuales se pararon a lo lejos, y levantaron la voz diciendo: jesús nuestro Maestro, tén lástima de nosotros. Luego que jesús los vió les dijo: Id, mostráos a los sa– cerdotes. Y cuando iban quedaron curados. Uno de ellos, apenas echó de ver que estaba limpio, volvió atras, glorificando a Dios a grandes voces, Y postróse a los pies de jesús, pecho por tierra, dándole gracias, y este era un samaritano. jesús dijo entonces:¿Pues que, no son diez los cura– dos?¿ Y los nueve donde están?¿No ha habido quien volviese a dar a Dios la gloría, sino este extranjero? Después le dijo: Levántate, véte que tu fé te ha curado.
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