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Conseguido el fuego, introducían el palo en un manojo pequeño de palma seca, preparado de antemano. Y así obtenían el fuego. Luego, una vez puesto en el fogón, lo mantenían mediante un abanico de plumas de ave, llamado «Diruksá», con el que iban abanicando el fuego. Este abanico lo empleaban también para barrer la parte del bohío que le había correspondido a cada familia. La forma de conseguir el fuego la recibieron, según sus tradiciones, de Sabaseda, quien enseñó a Ourundóu y éste a los barí, como más tarde veremos 136 • Era también una función reservada a los varones de la familia. Para la cocción de los alimentos no tenían vasijas apropiadas. Los comían crudos o asados. La carne, tan pronto llegaban los hombres de la caza, la ahumaban, según el sistema primitivo del procedimiento del ahumado, para· su conservación. Se mantenía en perfecto estado contra toda posible putrefacción o picaduras de mosquitos. No existían platos para repartir la comida. La servían en grandes hojas de bijao, como únicos platos naturales y siempre frescos. Todos sentados alrededor del fogón 137 • Su comida consistía fundamentalmente en carnes de animales y pescado, yuca, que nunca faltaba, plátanos y, a veces, caracoles («Sckú») y gusanos de palmera («Kugdú») 138 • 136. Para el tema de la obtención del fuego, pueden consultarse: A. de VILLAMAÑÁN, Primeros días ..., 324; fo., Cosmovisi6n ..., 4; A. de ALCÁCER, El indio motil6n..., 53; A. R. PoNs - ÜTROS, Los motilones..., 43; M. GoN– ZÁLEZ C., Uso y costumbres..., 57; O. D'EMPAIRE, o. c., 198. 137. En el último contacto pacífico con ellos, los misioneros encontraron instrumentos de cocina, fruto del pillaje efectuado a la Misión (Los Ang,eles del Tukuku) y a algunas casas de los hacendados vecinos (cf. A. de VILLAMA– ÑÁN, Primeros días ..., 324). 138. Tanto algunos ancianos como misioneros que contactaron con ellos en el 1960 nos confirman que, a veces, comían caracoles («Shkú») y gusanos de palmera («Kukdú»). Parece que los barí presentaban ciertos rasgos de entomofagia -comían algunas clases de insectos-, síntoma inequívoco de pri– mitivismo; aunque de forma no tan manifiesta como en los yukpa. Otro de los platos favoritos era el asado de tortugas vivas. Las noqueaban y las po– nían al fuego; caso de que despertasen durante el tiempo del asado, volvían a noquearlas hasta que pasasen bien por el fuego. Para el tema de las comi– das y bebidas, puede consultarse: A. de VrLLAMAÑ.ÁN, Primeros días ..., 325; A. de ALCÁCER, El indio motilón... , 48-51; In., Los barí..., 43-46; A. R. PoNS - ÜTROS, a. c., 39-41; M. GoNZÁLEZ C., Los if!dios motilones..., 57. Por lo que respecta a la antropofagia, los barí no la practicaban, sino que, en contra de lo que se ha afirmado, la condenaban. El mito de los orígenes barí nos delata cómo «Sibabió» (una viejecita) comió a su nietecito, después de haberlo asado, y es castigada por sus propios hijos, quemándola en la selva. De sus cenizas procederían todas las personas distintas a los barí y también los animales de la selva, como veremos con más detalle. El haberles atribuido 129
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