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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL Vengamos a la exposición de Bergson. Hay dos modos de percibir el tiempo: 1) Como duración pura. 2) Como duración fraccionada, contando y numerando. 91 Esta segunda percepción del tiempo sería el producto de la intrusión de la concepción o idea del espacio en la conciencia pura. Y «el tiempo enten– dido en el sentido de un medio en el que se distingue y se cuenta, no es otra cosa que el espacio. La duración pura es, pues, otra cosa» 246. Tendríamos, entonces, un espacio y un tiempo homogéneos, que distin– guiríamos de la siguiente manera: 1) Espacio: una homogeneidad que consiste en la coexistencia. Aunque tengamos que diferenciar: a) La percepción de la extensión como heterogeneidad cualitativa; b) La concepción del espacio como homogeneidad extensa, concepción alcanzada mediante un esfuerzo de la inteligencia. Con todo, ambas, la percepción de las cualidades sensibles y la concep– ción homogénea del espacio, están implicadas mutuamente. 2) Tiempo: una homogeneidad que consiste en la sucesión. Pero, al considerar el tiempo como un medio homogéneo, desaparece del mismo la duración, ya que, como homogéneo, es un medio indefinido, vacío. La dificultad estriba ahora en que lo homogéneo carece de distinción, de cualidad, pues homogeneidad y distinción son contradictorios y, por ello, no es posible la existencia de dos homogéneos, uno de ellos, espacio, llenado por la coexistencia y, el otro, el tiempo, llenado, a su vez, por la sucesión 247 • De aquí, la conclusión: «Cuando proyectamos el tiempo en el espacio, expresamos la duración en extensión. Cuando hablamos de un orden de sucesión en la duración, no entendemos la sucesión pura, sino ya espacializada; porque el orden implica la percepción, no ya sucesiva, sino simultánea, del antes y del después. En este sentido, el orden es reversible en la duración y si es reversible, la sucesión se hace simultaneidad y, por lo tanto, es proyec– tada en el espacio» 248. Teniendo en cuenta estas indicaciones de Bergson, habría que señalar la presencia de un doble yo, aunque ambos sean la misma persona y parezca que duran de la misma manera: 246 PSV 44 cf. también VH 108-9. 247 PSV 45 VH 109. 248 PSV 45 VH 110.
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