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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL 89 2) «Cuando aguzamos la mirada, para tratar de ver más hondo, llama– mos realidad verdadera a lo que creemos descubrir debajo de la superficie, y pensamos haber desvelado un misterio y vencido a las tinieblas. Pero no hay tal. El gran misterio de las cosas está en su superficie». 3) «Esta realidad única -la cual es, para mí, tanto más realidad cuanto más aparente- puede ser considerada misteriosa en su totalidad, o se me hace misteriosa a ínÍ, en relación con algo que no está detrás de ella, sino más allá» 239 • Trasladadas estas afirmaciones a la psicología, hemos de concluir que: 1) Desde un punto de vista ontológico, no hay dos planos de realidad: uno apariencia! y otro profundo, más auténtico, velado por las apariencias. 2) Desde un punto de vista epistemológico, nuestra experiencia sólo puede mostrarnos las presencias que llenan tal experiencia y, por tanto, la razón sólo puede hablar de tal experiencia. No· hay nada que pueda s.er des– cubierto bajo la superficie de la experiencia; sólo existe la presencia. c) Pero, hablar de tal realidad presente en la experiencia no significa la explicación perfecta de tal realidad. Una cosa es conocer lo que «está dado» y otra explicar por qué lo «dado» está ahí. Nos movemos siempre con nuestra razón, en el campo de la realidad, pero tanto ésta como nuestra razón son limitadas. Explicar el límite es penetrar en el misterio. Ahora bien, la psico– logía no tiene esta tarea, ya que· su conocimiento se limita a lo cortcreto e inmediato. Teniendo presentes estas indicaciones, es cuando podemos pasar a des- cribir el «yo» dado en la experiencia psicológica. Tal yo: 1) Se da por. entero en cada experiencia. 2) Es actual y uno en cada acción. 3) La individualidad personal, la mismidad, se explica tanto por la presencia del pasado como por la novedad, en el presente, de lo que no se ha vivido antes. E. Nícol insiste, sobre todo, en este último, punto. El pasado es necesario para explicar la realidad presente, de tal manera que sin él no podríamos descubrir el yo sujeto de una nueva experiencia. Pero, al mismo tiempo, es necesaria la novedad de la experiencia en el presente, porque, de otra manera, el sujeto no cambiada: permanecería idéntico consigo mismo. El conocimiento psicológico nos revela la renovación del yo en cada experiencia. Con ello llegamos a un punto que traerá consigo importantes conse– cuencias para la explicación filosófica del hombre: el sujeto, el yo, es el mismo, pero no idéntico. En la experiencia, el yo advierte que se da un antes ·(el pasado) y un ahora (la novedad del presente) y ambos términos posi– bilitan el porvenir. Por ello, el yo es temporal 240 . 2.39 VH 100-1. 24-0 PSV 42-44.

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