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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL 85 El hombre nunca tolera la conversión reductiva de lo cualitativo a lo cuan– titativo. Y ni siquiera la analogía puede ser empleada aquí con éxito: «Yo podría s~p~ner en el sujeto observado determinados procesos psíquicos, si sus mo– v1m1entos expresivos fuesen análogos a los que se producen en mí cuando vivo aquellos mismos procesos. Pero, en primer lugar, aunque se llame de observación, este método no es objetivo, puesto que se aplica a una expe– riencia de relación intersubjetiva. En segundo lugar, es muy dudoso que esta operación consista efectivamente en una analogía» 224. Además de que lo que se ventila en la «expresión» es siempre algo único. Actuamos y expresamos por nuestro cuerpo. «Pero el cuerpo, por sí sólo, no sería expresivo si no fuese cuerpo humano, es decir, informado por la expre– sión que se manifiesta en su comportamiento. El sentido de la expresión depende de la experiencia del hombre que expresa, de la intuición que él tiene en esta experiencia suya del sentido de lo vivido por él. Intuir este sentido expresivo es también una experiencia para el que intuye» 225. La crisis de la psicología llevó a un grupo de psicólogos a admitir la introspección como mal menor (pues escapa a la rigurosidad de la ciencia) y trataron de acercarse lo más posible a la objetividad de la fisiología. Otro grupo de psicólogos, los conductistas, se lanzaron por el camino de la ciencia «sistemática, experimental y objetiva», pero destruyeron la psico– logía. «El conductismo supone que la vida humana se reduce al movimiento, y a un epifenómeno que es la conciencia, indeterminable objetivamente. La ciencia, según eso, prescinde de lo subjetivo y atiende nada más a lo objetivo, que es el movimiento», reduciéndose todo a un juego mecánico de estímulos y respuestas 226 . El resultado obtenido por los conductistas es una ciencia rigurosa, pero ya no se trata de psicología sino de física o fisiología. Ante este deficiente panorama, la comprensión que hubiera debido ofrecer la auténtica psicología, fue rastreada por otros caminos: bien la lite– ratura, bien la filosofía, pero rehuyendo ambas orientaciones la organización e integración en un sistema, algo que era considerado como deformador de la existencia humana. En este ambiente, surgieron los trabajos de Max Scheler, el existencialismo, los análisis de la existencia humana de Heidegger. Estos intentos estaban claramente marcados por la orientación filosófica y, en el caso de Heidegger, por un carácter ontológico, más que antropológico o psic'?– l6gico. De ahí que todavía permaneciera sin respuesta la necesidad de seguir buscando una psicología «concreta, comprensiva, auténticamente antropo– lógica» 221. La fuente de inspiración de esta nueva psicología habría que buscarla 224 PSV 24. 225 PSV 25. 226 PSV 26. 227 PSV 9.

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