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122 MANUEL GONZALEZ GARCIA experiencias y de cómo la vivamos, tiene un valor en sí misma. La vida, pues, se afirma «radicada en el puro hecho de su existencia y organización y en la forma constante de desenvolvimiento» 378. · Tal desenvolvimiento nace de la estructura del hombre que constitutiva– mente (acto y potencia) se mantiene en tensión hacia el futuro que aún no tiene en su presente: «La tensión o impulso, que en latín se llama impetus, y en griego hormé, es precisamente la vocación vital: la vocación ,::onsti– tutiva del hombre» 379. Según esta exposición, el hombre: 1) No es pura potencia. En él se integran potencia y acto. El acto como realidad absoluta e irrenunciable marca su ley a través de la natu– raleza, del cuerpo, y de los actos espirituales ya actualizados. Estas actuali– dades condicionan, limitan y encauzan la potencia y, consiguientemente, la libertad no es un absoluto 380. 2) La indeterminación de la potencia es relativa al presente, al ser actual, que es un absoluto. Precisamente la indeterminación, la potencia real o la posibilidad vital explican la historia óntica del hombre en su perspectiva de futuro 381 . 3) La vida espiritual se actualiza y organiza sobre la vida natural. Es– piritualizamos la naturaleza. Si no fuera así, seríamos pura potencia. La historia es la narración de las actualizaciones espirituales efectivas, que no son accidentes transitorios de una naturaleza inalterable. Por eso, la historia tiene un sustrato metafísico y las formas históricas de vida son modos de ser en sentido ontológico, en cuanto interpretación y manifestación del ser del ente. 4) La entidad modal del hombre: a) Constitutivamente: se compone de acto y potencia. b) Históricamente: cambia con el tiempo y por él transmite la moda– lidad efectiva de su actuación espiritual 38 2 . Para E. Nícol, no hay una esencia inmutable del hombre, sino que lo inmutable es la estructura o forma de ser, que produce formas diferentes de existencia. La permanencia e inalterabilidad de esta forma o estructura garantizarán nuestro conocimiento, ya que éste no puede recaer sobre el puro cambio. 378 VH 41. 379 VH 40. Cf. 42-45. 380 Cf. VH 35-36, 273-74, 300. 381 Con las palabras del texto queremos recordar la «continuidad» que tiene lugar en el hombre. E. Nicol lo expresa con estas palabras: «Considero la temporalidad del ser (del ser humano) como la continuidad de una acci6n creadora que se articula .preci– samente mediante los conceptos de potencia, acto, posibilidad, necesidad, libertad y azar, y tradición o herencia histórica... La .presencia del pasado en el ser actual es condici6n ontológico-temporal de la patente continuidad en el despliegue de este ser; la cual, en tanto que determinable ontológicamente como acción, le es inherente esa forma de inten– cionalidad vital que he llamado anticipación. Por ella, el futuro se integra también en la unidad existencial del presente» (VH 299). .382 IH 32.
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