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230 DR. J. M. NUÑEZ PONTE (cuántos ignoraban que el doctor Hernández lo era); si no se necesita ser sino simplemente bueno, ¿por qué somos malos, cuando siéndolo, podríamos llegar a merecer y obte– ner en esta vida un premio insólito, como lo mereció y lo ob– tuvo,magníficamente, aquél que antes que todo fué un hom– bre bueno? "Es que hay que ser príncipe, héroe o sabio en la bon– dad. Se necesita poseer en plenitud el instinto de la bon– dad, y la fuerza perenne para serlo en medio de la maldad humana. . ser bueno integralmente, como Hernández lo era, para que al caer bajo el golpe ciego de una máquina, bajo el aletazo siniestro de la adversidad, del cúmulo de bon– dad reunida y solidificada en una larga práctica constante, brote como rara flor la apoteosis, no armada interiormente de motivos extraños a ella misma, sino pura y radiante como la luz del sol. "Si de súbito hubiera llegado a Caracas el lunes 30 de junio de 1919 un extranjero curioso y hubiera preguntado: -¿A quién llevan a enterrar con tanta pompa? ¿Quién es ese que logra conmover así a la frívola ciudad? ¿Por quién lloran en la calle mujeres de rango y mujeres del pueblo como las hijas de Jerusalem? ¿Quién es ese caudillo que va a ser llevado al cementerio en hombros de letrados y científicos, con los cuales el pueblo, de suyo tolerante y sumiso, discute el derecho de ser él quien realice el póstero homenaje? ¿Quién es ése héroe que arrastra detrás de su cadáver a las multitudes sollozantes y a cuyo paso la ciudad se consterna, la vida mercantil e industrial se paraliza, las transacciones se suspenden y las cabezas de todos se inclinan, abrumadas de dolor y de respeto? "Si alguien hubiera interrogado eso, habría sido un:i: buena lección responderle: -No! Ese no era ni un príncipe,

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