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DR. .TOSE GREGORIO HERNANDEZ 229 las, todos tuvieron para la memoria del santo y del sabio, homenajes distinguidos que revelaban sinceridad de senti– mientos y mancomunidad en el afecto y en el duelo. El caso no había tenido precedentes; nuestros diarios se emularon en describirlo. Nos contentaremos con tomar al– gunos trozos del celebrado y popular cronista Lino Sutil y de nuestro diario LA RELIGION, en la imposibilidad de aprove– char las observaciones y comentarios con que periódicos y revistas hicieron palpitar durante luengos días el corazón del público. Dijo Lino Sutil, desde las columnas de El Universal: "Cuántos príncipes, cuántos héroes, cuántos poderosos de la tierra llenos de orgullo y sedientos de gloria, desearían para sí la solemne apoteosis que el pueblo y lo más granado de la sociedad de Caracas le hizo al cadáver de aquel humilde médico que en vida se llamaba el doctor José Gregario Her– nández. "La historia sentimental de la República no recuerda una manifestación de dolor más espléndida y sincera. Nin– guna más espontánea! En toda agitación popular hay siem– pre una fuerza individual que se encarga de poner en movi– miento, muchas veces artificial, cada uno de los mil resortes que constituyen el pesado mecanismo de las masas. En toda manifestación pública hay uno o varios interesados directa– mente, que de modo indirecto pero activo sacuden la mo– dorra general estimulándola con lentos reactivos hacia el fin que se proponen. . . Aquí no hubo agitadores. Cada quien llevaba dentro del pecho su propio agitador: el corazón. Pero señor, si muchos se afanan por alcanzar la gloria, si no se necesita ser príncipe, ni héroe, ni poderoso, ni sabio
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