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222 IJR• .T. ~I. NUÑEZ PONT~; versidad, luego al templo metropolitano, y hasta el instante postrero del sepelio, se desplegó, en sublime y patético des– file, una romería de corazones, que iban a verter sobre el cuerpo querido, vaso de tan grande alma, la sinceridad de las lágrimas, cuyas fuentes diríase habíanse salido de ma– dre, el memento de las preces, la frase dolorida y cordial del elogio, el aroma de las flores, la angustia y los sollozos de la Patria. Insertamos seguidamente las líneas necrológicas debi– das a la pluma de nuestro querido y recordado discípulo Dr Miguel Jiménez Rivera, las cuales fueron publicadas en "El Universal" el día del entierro del doctor Hernández. "Con la honda conturbación que ponen en los espíritus los acontecimientos imprevistos, escribimos estas líneas que hubiéramos deseado no escribir jamás. "El doctor José Gregario Hernández ha muerto! Y a la proclamación fatídica de esta desgracia, no existe en la actual generación médica de Venezuela quien no experi– mente una filial tortura, gemela de aquellas que encienden esas tragedias familiares que dejan la vida lacerada para siempre; porque José Gregario Hernández fué un apóstol de la medicina en toda la amplitud del vocablo, con un per– fecto relieve franciscano. "Sí, verdaderamente franciscana fué su existencia e, igual que el POVERELLO, no hubo dolor sobre el cual no pusiera un ósculo de paz, ni laceración que no sedara con aquel in– comparable caudal de belleza que entrañaba su sonrisa beatífica. "Por todo ello, por su clara labor imperecedera de maes– tro, por la caridad de su actuación profesional, por la albura lilial de su existencia, su muerte inesperada es uno de esos
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