BCCCAP00000000000000000000963
200 DR. J. M. NUÑEZ PONTE simple alumno, es para él un gran sacrificio que ofrecer a Nuestro Señor. Pero él no se da por entendido de nada de esto, y tan sólo piensa en la Cartuja, blanco y término de sus aspiraciones en la tierra" (12). Infórmasenos que, acaso ya superando la seria carga de los noventa años, después de contar innumerables discípulos en la legión levítica, algunos de ellos Cardenales, recorre aún los claustros del Pío Latino, en pleno goce de sus facul– tades, el R. P. Maina, ministro del colegio cuando allí estuvo el doctor Hernández, y quien recuerda y alaba a éste con muy sentido afecto, por la claridad y viveza de su mente, por la franqueza, sencillez y amenidad de su trato, por su exactitud al llamado de la campana, como por su ejemplarí– sima sumisión a todas las reglas y prácticas del instituto. Como se ve, el Dr. Hernández siempre bien inspirado, parecía caminar sobre seguro, sin dar pasos en falso y con– vencido de que estaba andando la ruta de la voluntad de Dios. Cómo se pasearía él entonces por los prados de la es– peranza, viendo en aquel Colegio la puerta de su dicha, que habría de franquearle no muy tarde el paso hacia su ama– da Cartuja, en donde, -se lo había dicho el Director de No– vicios- "sería acogido como hijo de la Casa, y hablarían de sus proyectos para lo futuro, de su readmisión en el conven– to" (13). Mas cuán de otro modo arregla las cosas Aquél que devana a su placer el hilo de los destinos de los hom– bres! Suélese encontrar en las vidas de los santos que con frecuencia Dios les deja hacer, no les estorba en sus pensa– mientos, como si les condujera El mismo, y les pone casi a (12) Carta a don César Hernández, Roma, nov. 7, 1913. (13) Carta citada del 21 de marzo de 1913.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz