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r í DR. JOSE GllliGORJO lrnRNANDEZ 199 es tan riguroso, casi sin sentirlo. Por todas partes se encuen– tran recuerdos de santos, y en las iglesias hay conservados los cuerpos de muchos de ellos" (11). En aquel Instituto tan sapiente y beneficioso para el clero hispano-americano, dió Hernández notorias muestras de virtud, encantando a todos por la seriedad de su espíritu, por la alteza de miras, por la blandura de carácter, por su inconmovible modestia y humildad. Dice el P. Dubuc: " ... me mueve a escribirle el hecho para mí tan gratamente impre– sionable del ingreso del doctor José Gregario a este Colegio, en donde lo hemos recibido con cariño y en donde paso yci horas felices, al lado de tan ilustre compatriota. De Vene– zuela, tan sólo yo existía en el Colegio, y jamás pude ima– ginarme que la colonia venezolana se aumentara con uno de los hijos más preclaros de mi Patria. "El Dr. Hernández lleva la vida del Colegio con natura– lidad y humildad edificantísimas. Yo me abismo de admira– ción al verlo confundido entre nosotros como cualquier sim– ple e insignificante alumno, procurando siempre ocultar el caudal de sus merecimientos y rechazando con finísima edu– cación y humildad cualesquiera atenciones que nosotros 1 e dispensamos. "Los alumnos ignoraban quién fuera el Dr. Hernández, y cuando me han oído hacerles una descripción breve y su– perficial (por lo insuficiente que soy para el caso) de los mé– ritos de él y del gran prestigio científico y católico de que goza en mi país, se han quedado estupefactos y sin explicar– se humanamente la resolución del Doctor. Con todo esto, sin embargo, siempre sigo afirmando lo que al principio: que el solo hecho de estar el Dr. Herndndez reducido a un (11) Carta a su hermano don César, febrero 28 de 1914.

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