BCCCAP00000000000000000000963

198 DR. J. 1\I. NUÑEZ PONTE halaga mucho, le había dicho el inteligente y celoso Maestro de su Noviciado; y si le son útiles algunas instrucciones, nuestro Reverendo Padre General, que ha vivido largos años en la ciudad santa, se las dará con gusto cuando pase usted por Farneta" (8). Hemos dicho ya que Hernández conocía bastante del idioma de Cicerón y de Virgilio. Su profesor en el "Colegio Villegas" había sido el Dr. Celedonio Rodríguez, excelente latinista; pero nuestros reglamentos escolares no han sido nunca muy exigentes en esta asignatura, no obstante su im– portancia y necesidad. El latín, ha dicho un autor, es el lazo que une a todos los pueblos civilizados, a todas las clases ilustradas y a todos los sabios; el filósofo y el teólogo, el hombre de Estado y el médico, se encuentran, gracias a él, en un terreno común intelectualmente unidos. Y Schopen– hauer dijo: "El que no conoce el latín pertenece a la clase popular, no al mundo ilustrado". Conforme a los primeros consejos del maestro de novi– cios de su Cartuja, había estudiado Hernández mucho más (9), pero todavía aspiraba a un conocimiento más acabado. Del Colegio Pontificio, en donde encontró al amable e inteligente joven sacerdote merideño Enrique María Dubuc ( 1 O), de quien dice que "le ayudó a sobrellevar la pena de la separación de la familia", escribe con grande e ingenua naturalidad: "Ahora me encuentro en el Colegio muy a mi contento y gusto. Hago mis estudios con tranquilidad y di– rigido por los Reverendos Padres J esuítas, que son tan exce– lentes y tan llenos de celo. Roma tiene un clima muy suave, y hemos pasado el invierno, que en otras partes de Europa (8) Carta del 21 de marzo de 1913. (9) Es sabido que concurría humilde y asiduamente a las clases del Seminario Menor. (10) Después excelentísimo Obispo de Barquisimeto.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz