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196 DR. J. M. NUÑEZ PONTE ---------- -----------------~ se le trastornara el juicio; que lloraba a lágrima viva, imagi– nando hallarse en medio de un naufragio sin tabla a que asirse; pero que su ordinaria resignación a la voluntad del Señor, sin la cual no se mueve una pajuela del campo ni cae un cabello de nuestra cabeza, le hizo luego volver en sí y le dió ánimos para emprender otra vez la lucha en pos del ansiado ideal. Hernández resolvió volver a Venezuela con el objeto de adquirir las sagradas órdenes, mediante los cursos compe– tentes en el Seminario Metropolitano, si así era el parecer del señor Arzobispo; y es de admirar la natural sencillez y hu– mildad con que pide a su señor hermano don César le arre– gle en caso favorable la celda que le sea destinada. Desde La Guaira, con fecha 21 de abril de 1909, le escribe: "A fines del mes pasado el reverendo Superior de los Cartujos me dijo que no me podía admitir en la Orden, porque yo no tenía vocación para la vida contemplativa, que mi vocación era para la vida activa; que entrara en la de los jesuítas o me hiciera sacerdote secular. Entonces me vine, y le he es– crito al señor Arzobispo a ver si me recibe en el Seminario. Así, te ruego que trates de hablar con él para saber lo que haya resuelto . . . Dispénsame todas estas molestias, que Dios te lo pagará todo junto; lo único que te pido es que no me cambies nada de lo que te encargo ... ". El rumor de su regreso divulgado rápidamente en la ciudad, a una con la alegría del cariño y de la readquisición, despertó algo como emoción de curiosidad en todos los círculos, por suerte que fueron innumerables las personas que quisieron verle y visitarle en el Seminario. A pocos días, empero, el consejo del Prelado, que, a pesar de todo, fué siempre más adicto a que Hernánd& continuase su ejemplar vida ciudadana, le disuadió de su nuevo intento; y cuando hubo de salir a la calle para reinstalarse en sus puestos,
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