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192 DR. J. M. NUÑEZ PONTE con la complacencia interior del hombre que ha oído la voz de Dios y ha vencido los obstáculos para seguir esa voz". Allí "el hombre de elevado entendimiento, de vasta ilustra– ción, aparece bajo el blanco sayal conservando un conti– nente natural y modesto; las comunicaciones de su alma con Dios han dado a su mirada una expresión que hace recor– dar lo sobrenatural, y en su frente despejada creería úno descubrir los graves pensamientos de la eternidad. Su modo amable y recogido no ha cambiado porque se lo había dado la virtud". Y allí, notémoslo muy bien, es el hombre de la regla y del deber, como lo afirma el discreto Maestro del Noviciado, al resumir sus virtudes monásticas. Insertemos a cuento la carta de pésame de la Cartuja a la familia Hernández, siquiera sólo una parte de ella pinte la conducta intachable y superior ejemplo del cristiano que cree tener la firme conciencia de estar obedeciendo a la vo– luntad divina. Al copiar el precioso documento, reflejo de la más alta sinceridad, rendimos un testimonio cordial a su bendecida memoria; hacemos ver el autorizado aprecio y recomendación de sus prelados, el arzobispo Castro y el obis– po Monseñor Silva, luego arzobispo de Mérida; y nos ufana, pues queda recogido para la historia, el elevado concepto del nombre venezolano que, con el suyo propio, dejó senta– do nuestro eximio compatriota en los fastos de la clarísima Orden que por tan cortos meses le contó entre sus austeros miembros. Cartuja de Farneta Lucca (Italia)

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