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190 DR. J. M. NUÑEZ PONTE dido prolongar la prueba, y no lo ha hecho. Cuál reconoci– miento le debemos! Habituémonos, pues, desde aquí abajo a hacer lo que haremos eternamente, a saber: dar gracias a nuestro amado Salvador por sus bondades hacia nosotros y amarle de todo corazón. Así sea. Créame usted, buen señor Hernández, muy afecto en N.S. J. C FR. ETIENNE ARRIA T, M. de N. separación del anhe– Para el junio siguien– las cosas con tan dis- El asunto estaba así resuelto, y la ]ante candidato no se haría esperar. te, Hernández había organizado ya creta y reservada disposición pero con prudente juicio y sa– biduría tan eficaz que, lejos de dar al hecho una interpre– tación despectiva o burlesca, a la nueva de su partida, no hubo quien no expresase, junto con la pena y asombro na– tural, una grande admiración y edificante respeto. Dios di– rige los pasos de sus santos, dice la Escritura, y hasta los impíos son reducidos a silencio ( 5). No podemos menos de recordar aquí el paternal consejo del arzobispo Castro, que le quería como a hijo, y quien, en toda circunstancia, supo maridar del modo más augusto las imposiciones de su religión con la fe inquebrantable de su patriotismo. "Usted se va -le dijo;- allá orará mucho: que su oración sea como una balanza delante del Señor; en el un platillo ponga usted esos sentimientos, esas resolucio– nes, que dice informan su vos:;ación, y en el otro deposite las necesidades de Venezuela, urgida de hombres ejemplares. Adonde el fiel se incline, vea usted la voluntad de Dios y sígala". (5) Reg II, 9

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