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DR. JOSE GREGORIO l!ERNANIWZ 181 mediato, donde comulga diariamente en la más conmove– dora apostura, viste sin respeto humano la librea de tercia– rio, y en el trato con los humildes Hijos del Patriarca de Asís, aprende con santo deleite las mil excelencias de la vida re– ligiosa. De aquí que las sendas ordinarias de la piedad no parezcan satisfacerle, e intensificándose sus ansias, quiera buscar la amarga y dolorosa vía crucis, la cuesta empina– da y abrupta de las almas heroicas, el holocausto en la so– ledad, el retiro del mundo; no el retiro y soledad que hace salvajes, imbéciles y egoístas, el odio a los hombres, la mi– santropía, sino el recogimiento y la renunciación sublime de los santos. Proyecto admirable, que madura lentamente y se concreta luego y cristaliza en el propósito de ingresar en la Cartuja ¿Sabéis lo que es una Cartuja? Es un cenobio, levantado, aislado, en medio de agreste soledad, para establecer la más rígida separación del mun– do, de sus bullicios, de sus voces, de sus ecos. La Orden Cartujana fué instituída a fines del siglo XI en un áspero valle, un erial, cerca de Grenoble, por San Bruno, hermano del emperador Otón el Grande, antes arzo– bispo de Colonia, el cual había despreciado todas las dig– nidades que le solicitaron y aun honores diversos ofrecí– dosle por los Pontífices. En la mente del fundador, estaba ya destinada a renovar, a perpetuar los prodigios de peni– tencia y santidad de los antiguos eremitas del Desierto. ;_,e; una Tebaida, "una asamblea de ángeles", dice Rivadeney– ra, a la cual se ha alabado sin hipérbole: nunquam refor– mata, quia nunquam deformata. La vida del cartujo es una inmolación incesante en la oración, el estudio y el tra-

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