BCCCAP00000000000000000000963

180 DR. J. M. NUÑEZ POJ\'TE las penas interiores. Su vida, un tejido óptimo de dones de naturaleza y gracia, cual los había menester para alcanzar los vértices a que tendía, llenando el ideal de hombre que un entendido autor ha fijado en estas tres condiciones: la prestancia en el cuerpo, el genio en la inteligencia, la san– tidad en el corazón. Tales prendas, discreta y hermosamen– te cultivadas, dirigidas por entero hacia el amor de Dios, bastan para hacer dichosa una existencia, para comprender la dignidad humana y el gran sentido de la palabra bíblica: fecisti eum paulo minorem angelis, hiciste al hombre, oh Señor, un poquito inferior a los ángeles, y le coronaste de gloria y honor (1) Deteniendo el examen sobre el temperamento del doctor Hernández, sin dificultad podemos colegir que sus ideas pre– dominantes, de acuerdo con la inalterable espiritualidad que le caracteriza, son por un lado, un altísimo concepto de la vida, que deduce de la supereminencia del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, y por otro, el pensamiento de la eternidad. Estas ideas, que desde joven le son como un faro, atráenle con un deseo intenso, irresistible, hacia la perfección, y a poner todos los medios para lograrla: el tra– bajo que ocupa y dignifica nuestras potencias, la pureza irreprensible de las costumbres, el desprecio de las cosas terrenas, la meditación que ilustra el espíritu, el silencio que lo fortalece, la práctica constante de toda virtud; en fin, ia aspiración a la santidad. Con asiduo fervor, diligente por !a devoción, la Santa Capilla y la iglesia de la Merced le ven largos ratos en visita edificante a la presencia de la Hos– tia, pidiendo armas, como el caballero católico ideal que el apostolado del doctor Juan Bautista Castro sueña para nues– tra sociedad. En el segundo templo, de que era vecino in- (1) Salmo VIII, 6.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz