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CAPITULO VIII Aspirante a Religioso. - La Cartuja y sus reglas. - Primera tentativa de ingreso. - Un consejo patriótico. - Hemández en la Cartuja. - La necesidad del trabajo manual. - Vuelta a la Patria. - Una segunda tentativa. - En el Colegio Pío Latino Americano. - Nuevas pruebas. - Su enfermedad en Roma. - Estancia en París. - Contrariedad y resignación. Humanamente hablando, el doctor Hernández debía de tener sobrados motivos para estar contento y satisfecho con el destino que Dios le había asignado, el cual, a la vez que le acarreaba a él mismo trabajo pero también merecimien– tos, era presea de honor y júbilo para la ciudad de Caracas, para Venezuela entera. El ejercía con amor y con celo su triple oficio doméstico, universitario y social, realzando cada día más sus funciones, viendo crecer su familia abastecida de virtudes, sirviendo el vino de la ciencia a la ansiosa ju– ventud, mitigando el dolor y el infortunio, procurándole glo– ria a su patria, adecuándose en todo a los designios de la Razón y Voluntad Suprema que preside y gobierna los acon– tecimientos y a los hombres. Hemos venido observando cómo Hernández era posee– dor de un enjambre nutrido de prendas eximias resplande– cientes sobre una no vulgar modestia; seguramente estaba agraciado de favores íntimos con que podía rechazar las tentaciones, superar los defectos anexos a lo humano, disipar

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