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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 177 no Espíritu, que nos impregna de sus perfecciones como de una celeste ambrosía, que no sólo asiste a nuestra alma con sus gracias y sus dones, sino que desciende realmente a visitarla, a posarse sobre ella, como dice Santa Teresa, a vivir en ella, como en su morada, a comunicarse a ella de una ::nanera inefable. Amén de los libros de uso corriente y familiar para sus meditaciones, rezos y lectura espiritual: los Evangelios, que según el consejo de San Jerónimo, no salían de sus manos, como que son la más apropiada escuela mística, el Oficio de la Santísima Virgen, la Imitación de Cristo, de que rumia– ba diariamente algún párrafo, el "Ejercicio de perfección" de Rodríguez, hemos encontrado entre los papeles y apun– tes del doctor Hernández, un interesante método de oración mental, según el P. Bronchain C. T. S. R., copiado por él en francés y latín, y el cual, aunque muy bien conservado, no parece de reciente fecha, así por la esmerada forma y cla– ridad de la letra como por las manchas del papel que reve– lan antigüedad. Acaso hubiérase servido él de este méto– do desde sus años jóvenes, para emprender como un sol su carrera de gigante: ut gigas ad currendam viam. Hemos en– contrado también y leído con entusiasmo, por el tema, un borrador sobre la enfermedad de Santa Teresa de Jesús, con– tentivo de muy oportunas disquisiciones en defensa de la san– ta, -a quien no ha faltado profesor que la designe patrona de las histéricas-, y que seguramente era parte de un es– tudio más extenso contra los que achacan a neurosis las ele– vaciones y éxtasis de los santos. Algunos de estos párrafos coinciden con las sabias páginas ( 65 a 69) de los Elemen– tos de Filosofía, 2 9 edición, en que el doctor Hernández des– envolvió tan interesante materia. La histeria es una enfer-

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