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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 175 del estado de gracia y de cuanto a este estado se vincula: la unión con Tesucristo y la participación de sus méritos, la asistencia del Espíritu Santo, las virtudes teologales y mo– rales, los dones, los tesoros de los sacramentos, las gracias actuales que le llueven de continuo, etc. Pero el mundo no comprende estas dignaciones, y por eso no corresponde a ellas. Son muchos los cristianos de solo nombre, muchos aquéllos por los que vertía lágrimas el Apóstol (19), que sa portan como enemigos de Cristo y para quienes Dios es la última y la menor de las inquietudes. Y no es posible pres– cindir de la oración, de la meditación agradecida en los be– neficios de Dios, para pedirle que no los aparte de la huma– nidad. Si siempre ha sido asunto inaplazable ocurrir al Cie– lo, no sabemos cómo calificar la presente pavorosa crisis del mundo, ensangrentado, convulso y agónico, cuando todo es tinieblas, todo ruinas, todo muerte, y cuando como nunca apura el solicitar la luz, la salud y la paz. El hermoso ejemplo de ascetismo, de resistir a la carne y caminar en espíritu, de vida mística y contemplativa con que la Providencia ha querido brindarnos en el doctor Her– nández, ejemplo de piedad asidua, de fervorosa oración, de constancia en el orden espiritual y divino, es mayormente apreciable y meritorio en una sociedad como la nuestra, donde son rarísimos los que dedican sus potencias a una profesión religiosa estricta y cumplida, y donde hay que luchar con hartas rivalidades, con la ignorancia, con prevenciones de todo linaje, contra las burlas y humanos respetos, contra la atmósfera de naturalismo que nos envuelve, la cual cons– tituye de por sí la tentación primordial para el que desea mantenerse en vida y paz interior esmerada y completa. (19) Epíst. a los Filip. III, 18.

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