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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 167 a los Romanos (Cap. VII) y a los Gálatas (Cap. V) esa gue– rra que se libra dentro de nuestro sér moral, la contienda en– tre la voluntad y los apetitos; entre la ley santa de Dios y la vil del pecado; entre los deseos del alma que aspira a levan– tarse, y la inclinación contraria de los miembros que la arras– tran al suelo; entre la tendencia del espíritu de volar al cielo, a lo infinito, y la resistente concupiscencia carnal, que le aba– ja hasta el placer y le ata como con cadenas; reyerta tremen– da y fatal, de la cual nos liberta solamente la gracia de Dios, por los méritos de Cristo Señor Nuestro. "O Cristo o Nada", decía Pierre Lotti (8). El que gobierna sus miembros y deja triunfar el espíritu, es el que acaba la más ardua de las empresas, su propia con– quista; es al que le conviene en puridad de verdad el dicta– do de espíritu fuerte; el que concentrando sus energías, se hace dueño de sí y de sus actos, procura verdadero valor (] su voluntad y hasta aumenta su dominio intelectual y regula su organismo. Ese tal dispone como es debido el orden de su morada interna, pues posee su alma, sabe tenerla en su mano, y no se olvida de la ley de Dios. . . los mandamientos divinos son su patrimonio y la alegría de su corazón (9). Nada tendríamos que añadir a lo que venimos diciendo para exhibir con todo relieve el retrato espiritual de Hernán– dez. Fué sin discusión un alma fuerte, complacido en recibir sin cesar la bienhechora influencia de Dios, la plenitud de Cristo. Varón de fe inquebrantable y de poderosa razón, con sofocar las pasiones, cultivó juntamente las divinas energías sobrenaturales y el rico capital de las humanas fuerzas, para prosperar él mismo y para hacer de entrambas un haz com– pacto en beneficio de su misión ante la juventud y ante la sociedad. (8) P. Lotti, Jerusalem. (9) Salmo CXVIII, 109 y 111.
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