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CAPITULO VII Los hombres del mundo y los hombres de Dios. - Acción de la gracia. - Fisonomía sobrenatural de Hernández. - Un espíritu verdaderamente fuerte. - El hombre de oración. - Su carácter místico. - Anhelos de santidad. - En loa de la contemplación. - Una defensa de Santa Teresa. Llámese conquistador, filósofo o potentado, el grande hombre no es sino un simple instrumento de la acción di– vina en medio de las sociedades, más responsable cuanto mayor fuere el cúmulo de sus talentos o la dignidad de su posición; y por consumado que esté en los asuntos de la tierra, si deja a un lado las sendas de la sabiduría de Dios, nada valdrá, según apunta la Escritura (1). Los mismos que creen poco de estas cosas y quisieran apartar la apreciación de lo sobrenatural en el curso de los su– cesos y en la misión de los hombres, se ven muchas veces obligados a reconocer su influjo y a rendirle testimonio, si– quiera sea indirectamente y de mal grado. Cierto, con una sicología angosta y mezquina no pueden abarcar ni medir la magnitud de algunos caracteres, de algunas virtudes, de algunas ..-idas, que traspasan sobremodo el nivel de la for– taleza y de la constancia ordinarias. Requiérese un más elevado criterio, una hermenéutica superior, para acertar con (1) Sabidur. IX, 6.
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