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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 151 -------------------~ ~----- ---- dad que, en concordia y sin quisquillas, todos quedaron ple– namente conmovidos, plenamente edificados, plenamente con– tentos, plenamente agradecidos. "Todas las cosas que quedan en casa se deben repar– tir entre todos, conforme lo dejo dispuesto en el escrito que encontrarás ... ; deseo de todo corazón que esto se haga en la mejor harmonía y sin disgusto" (5). En todas sus cartas, que respiran la mayor sinceridad y llaneza, se aúna el afecto sobrenatural a su familia y ami– gos con la tristeza de la separación, "lo más difícil de sobre– llevar", dice él mismo; pero también con la conformidad re– signada al llamamiento divino y la esperanza del cielo. Cuan– do se ama en Dios, el alma saca fuerzas de su flaqueza, no digamos mal: el alma se reconstituye con la savia de la gra– cia, para no marchitarse con los fuegos de la tierra, para le– vantarse hasta Dios y no pensar ya sino en el ideal del re– nunciamiento y de la perfección. Entonces se ven y se en– tienden las cosas con meridiana claridad, se ama como es debido, y la ausencia, lejos de romper, anuda los lazos, como si aguzara los ingenios y delicadezas que unen los espíritus. "Tú comprendes lo dolorosa que es para mí esta sepa– ración de mi familia, a quien quiero entrañablemente; y que– por esta causa no he tenido valor para decirles adiós de palabra. "Te dejo un cuadrito, que es para toda mi familia como un último testimonio de mi cariño; es el que contiene la car– ta en que el Padre Maestro de los novicios de mi Cartuja, me avisa que nuestro Superior General se ha dignado admi- (5) Carta a su hermano Don César desde Puerto Cabello, junio 6 de 1908.

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