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150 DR• .T. M. NUÑEZ PONTE de finísima seda, trasmitiéndoles en primer término su pro– pio ardimiento de amor divino, trabajando asiduamente por sus almas, en la convicción de que esta labor, -lo declara San Gregario-, es la oblación más grata que se puede ofrendar al Señor; y luego, procurándoles una más que de– cente posición en consonancia con los fueros de su ínclito y antiquísimo rango, pero lejos de toda ostentación vana. Bajo su égida protectora, ellos fundaron hogares modelados conforme a las pautas del honor más rígido, que son orna– mento y prez de nuestra capital, por sus cristianas costum– bres y ejemplar piedad, por sus calidades sociales, por la austera veneración y copia de sus ascendientes. Su cora– zón generoso y previsor no daba huelga al cariño, y en las minucias de cualquier entidad flotaba, siempre avisado y exquisito, su servicial y dulce cuidado, para prevenir un pe– ligro, para impedir un rompimiento, para socorrer una ne– cesidad, para mitigar un dolor, para ingerir una compla– cencia, para ilustrar un alma, para recordar un deber. Esa tarea paternal de que él mismo se personó volun– taria y espontáneamente, y que puso con fortaleza sobre sus jóvenes hombros, cumplióla sin descanso ni reservas en una encomiable diuturnidad, con ahinco y abnegación tan sen– cillos pero tan acabados, con tal infatigable heroísmo, que era singular admiración de propios y extraños. Paradigma de desprendimiento, maestro de humildad, enamorado de la cristiana pobreza, "deliciosa señora" en frase de San Fran– cisco de Sales, que arranca del alma todo apego al placer y al dinero, victorioso del egoísmo, nada apetecía para sí y consagró íntegramente a aquella buena y numerosa fami– lia sus desvelos y economías, hasta la fecha de su viaje para la Cartuja, cuando, movido por un marcado espíritu de con– ciliación y de sabiduría práctica, distribuyó la totalidad de sus bienes entre ellos, con tamaña justicia y benévola equi-