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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 139· órganos; por la lucha por la vida que establece una selec ción natural; y por la herencia que fija en la descendencia los caracteres adquiridos durante la evolución. "Dijo todavía Dios: Produzca la tierra animales vivientes de cada género, animales domésticos, reptiles y bestias sil– vestres de la tierra según sus especies. Y así fué hecho. "La tierra, el mar y el aire iban quedando poblados de los seres vivos, conforme el curso de los siglos permitía su lento desarrollo según el plan divino. Para hacer la obro maestra que faltaba todavía en la creación, hubo como una deliberación a nuestro modo de entender, en la mente di– vina, y fué entonces, después de esta como deliberación, cuando se produjo la palabra creadora omnipotente: "Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra". "La formación del hombre comprendió dos operaciones sucesivas: primeramente la referente al cuerpo, el cual se produjo mediante el arreglo conveniente de los minerales te– rrestres, los cuales, produciendo los elementos anatómicos y los tejidos naturales recibieron, siguiendo el mismo plan que en los otros animales, la organización suficiente e indispen sable para que pudiera verificarse la segunda operación, la creación del alma simple, espiritual, racional e inmortal que había de animarlo. "Formó, pues, el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra e inspiróle en el rostro un soplo o espíritu de vida, y· quedó hecho el hombre viviente con alma racional. "Como vemos, pues, esta doctrina de la evolución con– cuerda perfectamente con la verdad filosófica y religiosa d2 la Creación, a la vez que explica admirablemente el des– arrollo embriológico de los seres vivos, la existencia en ellos
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