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DR. JOSE GREGORIO IIERNANDEZ 129 primeros principios, a los orígenes de la verdad y del cono– cimiento, sino el triunfo de intuir y resolver con acierto y unidad maravillosa, para todos los tiempos, los magnos pro– blemas de los pasados y del suyo. El aprovechó cuanto de certeza había implantado aquel otro genio gigante, Aristó– teles: depuró y perfeccionó las enseñanzas de éste para bau– tizarlas cristianas, y elevándose como el cóndor, sobrepu– jando a los sentenciarios y sumistas más en auge, diríase acu– mulando en sí el entendimiento y los saberes de todos los doctores y llenando todos los vacíos de la ciencia, construyó su propia síntesis, obra-prodigio por lo viva, coherente y sis– tematizada, el más perfecto modelo de organización, de coor– dinación, de unificación mental, que haya concebido huma– no ingenio. El sistema de Santo Tomás, en el cual se juntan admira– blemente la experiencia y la razón sin exigirles sacrificios a la una ni a la otra, luminoso consorcio de lo real y lo espe– culativo, ha contado eximios prosélitos y representantes al través de los siglos. El ha superado a la historia, y hoy, en medio de la confusión científica de nuestra edad, en esta desintegración intelectual, cuando los que se dicen sabios han desechado los conceptos de naturalezas y esencias, de sustancias y causas, cuando, como dice Joubert, "abundan las ideas superfluas y no se tienen las ideas necesarias"; hoy, ese sistema se reaviva victoriosamente en el neo-tomismo, una de cuyas escuelas es la célebre de Lovaina, con el sa– pientísimo cardenal Mercier a la cabeza, y a la cual nadie, de cierto, se atrevería a tachar por caduca. "¿Quién no siente la oleada de tomismo que pasa sobre el mundo?" pregun– taba Barrés, días antes de morir, frente a la crecida selección de espíritus que buscan el amor de la vida intelectual bajo los alas angélicas del Aquinato. Y lo que es más: ese siste- 111a casi se impone ya, por su vitalidad y por su vibrante ac-

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