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DR. JOSE GREGORIO HERNANm;z 115 concilios, en sus catecismos oficiales, en sus teólogos auto– rizados; en una palabra, que se le apliquen los métodos usa– dos con las demás doctrinas. No reclamamos ningún privi– legio, no pedimos sino la objetividad del estudio; y cuando se nos achacan "prejuicios", que se liberten de ellos los mis– mos que nos acusan" (5). La vida y laboriosidad de Hernández, su caudal de cien– cia, sus ejemplos, son para nosotros, para todos, enseñanza estupenda; a la vez, documento y argumento de máxima efi-– cacia, de mérito incontrovertible. En la actualidad no pocos pretensos científicos y artistas ufánanse engreídos, vanagloríanse de despreciar los viejos ideales de Verdad y de Belleza, y nos burlan a quienes tra– tamos de elevar las almas de las jóvenes generaciones a ;a altura de esos supremos principios, sobre los cuales se apo– ya nuestra semejanza divina. La verdad, que envuelve en sí toda belleza y todo bien, es la ley del pensamiento y de la vida, la ley de la ciencia y del arte. El error, que des– aviene y escinde todo, que quebranta y viola toda unidad, se precia de haber encontrado "el medio de imprimir cierta di– rección y regla al pensamiento y otras regla y dirección muy diversas y contradictorias a la vida y también a la fun– ción de la palabra", dice el escritor francés Ernest Hello, y continúa: "Despertemos. Abramos los ojos. Miremos hacia la más sencilla e inadvertida de las cosas la Unidad de h ley. La verdad es la vida. Es claro que el hombre deb'? vivir dentro de la verdad. Claro es asimismo que el pensu– miento del hombre debe ser conforme a la propia verdad que su acto, pues no hay dos verdades contradictorias. Igual débese decir del lenguaje del hombre, como quiera tampoco (5) George L. Fonsegrive: Le catholicisme et la vie de !'esprit.

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