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114 DR. J. M. NUÑEZ PONTE u obscurecidos por las sombras del error. Con lo cual no hacemos sino acomodarnos al espíritu del Gran Apóstol, cuando decía: "Lo que pido es que vuestra caridad abunde más y más en ciencia y en todo conocimiento para que es– cojáis lo mejor (4). En muchas partes la vida católica no adelanta no tanto por los ataques como por las malas defen– sas. Procuremos, pues, elevar, prestigiar, el carácter y el ideal católicos: " .. nada siente de honra quien no defiende su causa", nos enseñaba el Romancero. Por este modo, no mereceremos los reproches de inep– titud, de necedad y puerilismo, con que a las veces nos mo– fan nuestros adversarios; y por lo contrario, sí podremos echarles a ellos en cara los sofismas e inepcias suyos, des– truír la audacia con que a menudo mutilan nuestras doctri– nas, la insolencia con que desfiguran los hechos religiosos, el descaro con que acumulan los más ridículos absurdos so– bre nuestro credo, nuestra moral, nuestra liturgia. La Iglesia no teme que se la estudie; antes convida a ello, lo reclama, segura del bien que de ello derivarán las almas. Fonsegri– ve ha escrito: "Fenómeno singular, de que no cesaremos de quejarnos, mientras no se nos escuche, es el que ofrecen a]– gunos sabios, diestros en los métodos históricos, quienes no se atreven a hablar de Aristóteles, de Epicuro, de Zenón o de Descartes, sin haberlos estudiado escrupulosamente, y sin embargo, se aventuran a tratar en público del cristianismo, del catolicismo, de las cosas religiosas, sin ha_berse enterad-::, de ellas. Trabajan sobre vagas reminiscencias de catecis– mos lejanos, debilitados por la falta de fe, deformados por lecturas hostiles, y no se toman el trabajo de instruírse sobre asuntos de que pretenden hablar con autoridad. Nosotros exigimos que se estudie el catolicismo en los textos de sus (4) Epíst. a los filip. I, 9 y 10.

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