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112 DR. J. M. NUÑEZ PONTE y saber al servicio de su Dios y de su Patria: pro aris et focis, con entusiasmo, con generosidad y con amor. Ese apostolado forma la acción social católica que pre– senta diversas fases, adecuándose a las exigencias de los pueblos y de los tiempos, pero que hoy se impone con im– perio indeclinable. Estudiar y conocer mejor a Jesucristo para proyectar su luz en la propia vida, en la familia, en e) movimiento público, en las ciencias, en las letras y en las artes, es la tarea de los apóstoles, vale decir, de los misio– neros legos de la verdad, por la que han de acudir a la es– cuela que tiene misión de enseñarla, escuela integrada por el Papa, los Obispos y los sacerdotes. La acción católica es una de nuestras primeras necesidades; para ella es preciso allegar y agrupar los elementos aptos; por la falta de ella ni surgen las obras que se requieren ni se sostienen las que surgen ; y entre tanto, nuestra fe inactiva se entibia y obscu– rece gradualmente y nuestro catolicismo, a pesar de la pom– pa del figurantismo, de la resonancia espectacular de las fiestas, es un catolicismo flácido y mortecino. Un poquito de celo, un poquito de amor, sería de pedírseles a los cató– licos, para que con más generosidad atiendan a los menes– teres de la época, fomenten su unión y enrumben la activi– dad que les reclama la Iglesia y que su conciencia no puede desconocer. Caminos nuevos, abiertos por las condiciones de los presentes tiempos, nos inducen a nuevas funciones y piden esfuerzos nuevos de nuestra parte y una organización adecuada. Aquí ha habido ensayos en el Centro Católico Venezolano, en la Juventud Católica, en los Círculos parro– quiales de los obreros, en las Propagandas de señoras y se– ñoritas, y por otros respectos en la Caridad a domicilio, el Tributo a los pobres, la Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada por el Pbro. Manuel J. de Caicedo, cuando venía de sus estudios en Roma en compañía con el Pbro. José Eusebio

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