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229 Religioso habrá que se turba, porque se le ha malo– grado un designio suyo; porque en tal ocasión se le ha hecho agravio, o se le perdió el respeto, o porque le dijeron no sé que palabra picante. Pero si te aconte– cieren semejantes encuentros y sintieres que tu ánimo se turba, debes atajar la turbación diciendo a ti mismo: ¿Qué indica esta mi inquietud y turbación interna? Señal es que yo soy soberbio, ambicioso, envidioso, demasiado amante de lo mío, en todo lo tocante a mí mismo. Si yo tuviese menos egoísmo, no me turbaría así por estos accidentes. Para conservarme en paz conmigo mismo, y con los otros, basta combatir este mi amor propio, que es sólo mi tirano: y las mismas adversidades, por las cuales me conturbo, son medios eficaces para conquistar la tranquilidad que deseo, por– que sirven mucho para mortificar mi amor propio y humillar mi orgullo. Tal vez te turbas porque no has logrado lo que te parecía gloria de Dios; pero aun esto es una de las astucias del amor propio; y la turbación misma cabal– mente demuestra que buscas tu provecho y no la gloria de Dios. Esta gloria consiste en conformarse con la divina voluntad, Habiendo, pues, sido voluntad de Dios que no se lograse lo que intentabas, y siendo voluntad de Dios que tú quedes por eJlo humillado y confundido, si verdaderamente buscas la gloria divina, debes en tu humillación aquietarte, como que ésa es la voluntad de Dios, ya para tu pena, ya para prueba tuya. Ni aun por nuestros defectos debemos jamás turbar– nos, Esto es un desorden muy ordinario de las almas mal concertadas el turbarse sin corregirse y tener <lis-
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