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como la fingen tus pasiones: que es suave el padecer y mortificarse por amor de Dios; que aunque el camino del cielo sea escabroso y estrecho, pero es breve y. acaba pronto; aquella bienaventuranza, a la cual des~ pués se llega, no tiene jamás fin. Anímate, pues, a esta elección, y postrado a los pies de Cristo, dile así: ¡Oh, cuán terrible es el infierno! ¡Oh, cuán amable es el Paraíso! Infierno, yo te detesto con tu espantosa eternidad. Paraíso, hermosa casa de Dios, reino eterno de Jesucristo, yo te elijo ahora irrevocablemente para siempre por mi sagrada mansión. Aun cuando no hubiese infierno, yo renuncio todos los deleites e intereses de la vida presente sólo por no perder en la vida eterna el bien de todos los bienes. MEDITACIÓN IV.-Como los días pasados. MAXIMA Sobre no turbarse jamás por cosa alguna. Todos desean, naturalmente, la paz del corazón y la tranquilidad del espíritu; ¿de dónde, pues, proviene que, a despecho de este natural deseo, se tienen ínteriormente tantas inquietudes y turbulencias? Si bien lo consideramos, todo consiste en el excesivo apego de cada uno a su propio juicio, a su voluntad y a las criaturas de este mundo. Tenemos ciertamente demasiado egoísmo y buscamos con excesiva ansia los propios intereses; y se va contra el orden de la divina Providencia, queriendo cada uno lo que le agrada y no lo que es del gusto de Dios.
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